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RECIBE LA BENDICION DE LA GRACIA 

Gary Wilkerson

Muchos cristianos hoy imaginan sus vidas como las balanzas de la justicia. En un lado, están todas sus obras piadosas y en el otro, está un montón de pecados y fracasos que va en aumento. Si piensan que sus vidas se inclinan demasiado hacia el fracaso, se sienten obligados a orar más, a estudiar su Biblia más e ir más seguido a la iglesia. Sin embargo, nuestras buenas obras “extra”, por muchas que sean, jamás podrán contrarrestar siquiera al peso de la justicia propia que las originó.

Hace poco vi un videoclip de una escena en una ventana de un autoservicio de comida rápida. Cuando el conductor terminó de dar su orden, la voz del parlante le preguntó: "¿algo más?" Sintiéndose culpable, el conductor agregó papas fritas a su pedido. Una vez más la voz volvió a preguntar: "¿algo más?" Desconcertado, el conductor agregó un postre. Y otra vez, la voz preguntó: "¿algo más?” Finalmente, el conductor gritó: "¡No, no, no! No 'algo más'".
Esa es una imagen de nosotros tratando de obtener la justicia de Dios.

Cuanto más esfuerzo personal pongamos, más nos acercaremos al momento en que finalmente estemos obligados a gritar: "¡No más 'algo más' para mí". Esto explica por qué tantos cristianos se sienten exhaustos ante la sola idea de servir a Dios. Pablo llama esos esfuerzos "obras muertas" por una razón: Este proceder nunca producirá justicia o gozo, sino sólo cansancio y miseria. No hay vida en ello, sólo muerte, porque no es el evangelio de Cristo.

Pablo escribe: "Pues si por la transgresión de uno solo [Adán] reinó la muerte…" (Romanos 5:17). Si la muerte gobierna tu caminar, si llevas el peso de las acusaciones constantes del pecado, si nada de lo que haces es lo suficientemente bueno, entonces tú estás escuchando a la antigua voz de la naturaleza adámica. De aquella vieja naturaleza, brota todo intento carnal de apaciguar a Dios, lo cual es contrario a tu identidad en Cristo.

Pablo luego añade en el mismo versículo: "…mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia" ¿Cómo obtenemos esta justicia? Pablo nos lo dice en la siguiente frase: "Todos los que la reciban vivirán en triunfo sobre el pecado y la muerte a través de este único hombre: Jesucristo". Estamos destinados a triunfar sobre todo pecado, no a través de nuestros propios esfuerzos, sino a través de este único hombre: Jesús. Y así, Cristo nos urge: "¿Por qué no llevas esa balanza de tu propia creación y la entregas a los pies de la cruz? Yo nunca te pedí apaciguarme. Yo te he llamado para que hagas una cosa: Recibir Mi bendición de la gracia".

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OBSESIONADOS CON LA PROSPERIDAD

by David Wilkerson 

El Día del Juicio vendrá cuando la sociedad se vuelva excesivamente obsesionada con la prosperidad y la seguridad.

"Que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina" (1 Tesalonicenses 5:3). La palabra griega que Pablo usa aquí para "paz", es “eirene”, que implica prosperidad. El día en que las mentes de los hombres estén enfocadas en las riquezas, la destrucción estará a punto de desatarse. ¡La locura de dinero! ¡La codicia! ¡La acumulación! ¡El acaparamiento! Jesús nos advirtió que llegaría el momento en que los corazones de los hombres desmayarían de temor, al ver las cosas terribles que han venido sobre la Tierra. Los hombres anhelarán algo certero, algo seguro. No dice que será un tiempo de paz y seguridad, sólo dice que dirán: "Paz y seguridad". Hablarán tan sólo de eso. ¡Sus conversaciones serán sobre el dinero, las propiedades, las inversiones y sobre cómo hallar un lugar seguro para sus posesiones!

En la historia del mundo, los hombres nunca han estado tan dominados por la búsqueda del dinero. ¡La prosperidad es el sueño americano! La bolsa de valores se ha convertido en un gran casino de apuestas gigantescas. Millones de estadounidenses juegan a la lotería o visitan los casinos, con la esperanza de hacerse rico de la noche a la mañana. ¿Por qué esta obsesión exagerada? ¡Porque todo el mundo sabe que la tormenta se acerca! El mundo entero espera con ansiedad que un día habrá un colapso financiero. Ellos están tratando de refugiarse de ese tiempo terrible, con la esperanza de sobrevivir a la tormenta.

La obsesión por la prosperidad ha corrompido hasta a la iglesia. ¡Cómo habría sufrido Pablo si hubiera sabido que vendría un día en el que los ministros del Evangelio tornarían el pacto de Cristo en un pacto de dinero! Alguna vez, la iglesia estuvo en pie ante el mundo como un testimonio en contra del materialismo y la codicia, en contra del amor por las cosas terrenales, en contra del egoísmo, de la avaricia y de la codicia. ¡Pero hoy el mundo ve a la iglesia como su mayor competidor en la lucha por la buena vida! El mundo se ríe y se burla de los cristianos que rechazan los sufrimientos de Cristo para disfrutar de las riquezas de este mundo.

“Aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor” (Efesios 5:16-17).

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LA VIDA DE FE

Gary Wilkerson 

A la mayoría de nosotros nos gustaría tener la habilidad de hacer ciertas cosas en la vida que no podemos hacer. Estoy hablando de cosas que no son sólo difíciles, sino imposibles.

Incluso los más devotos seguidores de Jesús no pueden arreglar ciertas cosas, pero conocemos a Aquel que sí puede. Lo maravilloso de la vida en Cristo es que llegamos a participar en cosas increíbles que no podríamos hacer por nosotros mismos. De hecho, Jesús nos llama a participar con Él en lograr lo que no podemos hacer por nosotros mismos: ver a nuestros seres queridos llegar a la fe; ver matrimonios rotos restaurados y sanados; ver a los que no son salvos en nuestra comunidad rescatados de una eternidad sin esperanza. A través de nuestra fe en Jesús, podemos llegar a ver, e incluso tomar parte, en este tipo de cosas que se logran por Su poder, majestad y autoridad.

Hebreos 11 es el capítulo conocido como el “Salón de la Fe”, pues lista figuras bíblicas que agradaron a Dios por medio de grandes actos de fe. Desde Abraham a Sarah, hasta David, hasta Samuel, hasta Gedeón y muchos otros, vemos creyentes elogiados, no por sus talentos o logros, sino por confiar en Dios para hacer lo que estaba más allá de sus habilidades. Juntos conforman “una enorme multitud de testigos de la vida de fe” (Hebreos 12: 1 NTV).

Esa frase en cursiva nos dice que hay una vida de fe para ser vivida. Y para obtener esa vida, se nos insta a dejar a un lado todo peso que nos impide confiar en fe: “despojémonos todo peso” (12:1). ¿Cuáles son estos pesos, estos obstáculos a la fe? Conozco a muchos cristianos que están sobrecargados de incredulidad. A medida que consideran sus circunstancias piensan: “Mi necesidad nunca será satisfecha. He orado sin cesar y he pedido a otros que oren por mí, incluyendo líderes de la iglesia, pero la respuesta nunca llega. He intentado de todo y nada funciona”.

El problema de muchos es que miran a sus circunstancias más que al Dios que controla todas las circunstancias. Su fe queda estancada por un “peso que [les impide] correr" (12:1 NTV). Les puedo asegurar, lo que Dios ha prometido nunca puede ser destruido. Cada palabra que Él ha enviado será cumplida finalmente. Satanás lo sabe, y lo único que puede hacer es tratar de frenar los propósitos de Dios para nosotros convenciéndonos de sumirnos en nuestras dificultades. Si tu situación parece desesperada, la vida de fe te llama a creer: “Un día Dios cumplirá lo que soy incapaz de concebir ahora”.

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HORIZONTE INTERNACIONAL

Y cuando vio las multitudes, subió al monte; y después de sentarse, sus discípulos se acercaron a Él. Y abriendo su boca, les enseñaba, diciendo: Bienaventurados los pobres en espíritu, pues de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, pues ellos serán consolados. Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, pues ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos recibirán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios. Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios.    Bienaventurados aquellos que han sido perseguidos por causa de la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos.  Mateo 5:1-10

Al estar meditando juntos sobre las “bienaventuranzas” durante los siguientes días, me gustaría el día de hoy llamar su atención a una aplicación clave de estas enseñanzas. El versículo uno del capítulo cinco nos muestra a Jesús hablando con sus discípulos. Mucha gente piensa que si viven sus vidas gobernadas por una serie de reglas y normas, o si practican “esto” o “aquello” entonces serán cristianos.

Los principios que Jesús nos enseña a través de las bienaventuranzas no constituyen características que necesitamos poseer para “convertirnos” en cristianos. En cambio, éstas son cualidades que como cristianos él quiere que “cultivemos” al seguirle a él en esta vida.

Al avanzar en las bienaventuranzas iremos viendo a Jesús enseñando a sus seguidores a vivir como ciudadanos de su reino. Como cristianos, este debe ser nuestro deseo. Es cierto que vivimos aquí es esta tierra, en un medio físico. Aun así debemos vivir como ciudadanos del cielo, no perdiendo de vista nuestra perspectiva eterna.

“Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo.” Filipenses 3:20

Tengamos presente que las bienaventuranzas son atributos y características que Jesús desea desarrollar en nuestras vidas, en nuestro peregrinar aquí en la tierra hacia nuestro hogar celestial.

“Porque Dios es quien obra en vosotros tanto el querer como el hacer, para su beneplácito.” Filipenses 2:13

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No se permite el favoritismo

John MacArthur

Porque no hay acepción de personas para con Dios. (Romanos 2:11)

Es pecado que un cristiano muestre favoritismo con las personas. Es decir, no debe estar prejuiciado ni a favor ni en contra de otra persona basándose en posición social, riqueza, influencia, po­pu­laridad o apariencia física.

La más clara y más práctica enseñanza neotestamentaria acerca de la imparcialidad está en la carta de Santiago a los creyentes:

Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas. Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida… ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pen­sa­mien­tos? …pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores (2:1-4, 9).

Si Dios nunca obra con favoritismo, ¿no debiera procurar usted el mismo carácter virtuoso, “no haciendo nada con parcialidad” (1 Ti. 5:21)?